La segunda edición del Encuentro de Familias Migradas puso el broche final a unos días de convivencia que muchos describen como “un respiro necesario”. La iniciativa, impulsada por el grupo Migrantes y Refugiados de la Institución Teresiana y la Asociación AID, reunió a 27 personas —entre adultos, niños y niñas— en la Casa Emaús de Trassierra.

Un espacio para desconectar y compartir
Durante la estancia, las familias compartieron talleres de cocina intercultural, juegos cooperativos, paseos por la sierra y momentos de reflexión sobre fe y cultura. La casa se llenó de acentos distintos, de canciones infantiles en árabe y español, y de un silencio agradecido al anochecer.
“¡Cuánto necesitaba unos días así!”, reconocía Hajar, joven madre marroquí que asistió con sus dos hijos pequeños. Para los más pequeños, como Salman o Mayssa, la pregunta del último día se repetía: «¿Por qué se tiene que acabar el campamento?».
Tejiendo vínculos

Las dinámicas fomentaron el intercambio de vivencias sobre la llegada a España, la búsqueda de vivienda o las dificultades burocráticas. “Desde que llegamos hace cuatro años, no había tenido unos días tan tranquilos”, compartía Ennayat. Entre risas y confidencias, las familias tejieron una red de apoyo que seguirá viva más allá del encuentro.
Compromiso continuado
Tanto la Institución Teresiana como AID subrayan que estos encuentros forman parte de un camino más largo: crear espacios donde las diferencias culturales y religiosas se pongan en común para generar aprendizajes, vínculos y experiencias positivas. Con la maleta llena de recuerdos —y la promesa de un próximo encuentro— las familias regresaron a Córdoba con una certeza compartida: la diversidad, bien cuidada, se convierte en hogar.

